Quisiera que mi cariño
fuera, en sí, un destino.
Tener certeza, sin desatino,
de no estar en confinio,
presa, de un andar sin camino.

Mi corazón está triste
como la lluvia que cae:
no afloja y no me abstrae,
y yo solo sé que existe
porque se mojan mis cristales.

Quisiera que el silencio
te cuente cuánto te extraño.
Entiendo que es temporáneo:
imaginar tu presencia
fingiendo que no me hace daño.